La flaca coraza del verbo me hace susceptible ante simulaciones aviesas y sus embates, no hay metamorfosis que me oculte de sus derrumbes.
Trastoca el sosiego la débil trascendencia del verbo amar y sus implicaciones. Sus sinónimos son gestos virtuales propagados como gérmenes a la sombra de una cultura zombie.
No hay combustión posible en el peligroso territorio de la poesía.
Ni revelaciones en los latidos que un día provocaban vértigo.
El alma desnuda y en silencio se crece ante los escombros y la oscuridad, se bate en duelo para derrotar al mutismo que amordaza en las soledades.
El corazón insurrecto transgrede orgulloso con voluntad titánica la sequía que desgarra las páginas.
Y asume la asunción de tu desnudez como la luz más cierta y hermosa, absoluta entre los yermos de la palabra, para que florezca en la resequedad más inhóspita. Y al fin los versos bailen y llueva.