Poblado de palabras sin sosiego
en el rincón de los escombros
habita un poema manirroto, cojo
mudo y ciego de ambos ojos.
Cabizbajo, su labia-luz enferma
reclama una chispa para que arda.
Y busca en la calidez de la palabra
con exiguas esperanzas de la espera.
Con gramática desprolija y sin decoro,
la rima lo abruma sin descanso,
los versos con arritmia y sin tono
cortan el aliento de sus labios.
Augurio de los vientos sin consuelo
que coarta el sentido de sus versos.
Las musas del desvarío, en destierro
no visitan al poeta, ni aún muerto.
Como campo yermo en estiaje
añora la lluvia que refresca,
un acopio digno de coraje
que le avive la vida sin reservas.
No cobra saldos de alcoba en quiebra
ni estorba cuando limpian las migajas.
Las palabras edificantes se abarataron
y se mudaron al Barrio de las rebajas.
Que pena entretener al mediodía
con soles que no calientan los sueños,
las lunas de octubre que solían ser mías
y las estrellas, hoy se apagan a destiempo.
Como estampida de caballos negros
las tormentas se desatan con resabios
se avergüenza la luz en los espejos
con el triste saldo rojo de unos labios.
Los versos vuelan en éxodo hacia el sur
las pájaras adelantan sus presagios
un guiño del cielo, marchito de azul
denuncia la noche cargada de agravios.