Brusco trasiego de la infancia perdida,
puño de sueños en vela que palpitan.
Al alba blanca; sin sosiego y sin cabida
arde un fuego sin consuelo que se agita.

Una página mustia se sacude la desdicha.
Una pluma se empecina torva y en celo.
Los dedos que no hablan se marchitan.
Y la piel escuece un turbio desconsuelo.

Un canto solidario ha encontrado cita.
Y esparce su venero de agua cristalina
por la senda de los sueños que transita.

Guerrero indócil que habita bajo los puentes,
huésped de la esquina, que lenta se marchita.
Blanco certero de golpes y rabias indecentes.

Lapidarios recurrentes, que cultivan la inquina,
bombardean sin tregua con vocablos insolentes,
que hacen agua en el ariete de la página anodina.

Combatiente adverso con su labia imprudente,
de los excesos aviesos que alardean sin sordina.
Y un hambre por los besos que te invocan indecentes.

De sosiego contra el miedo y la infamia por mezquina,
van sin rumbo mis apegos, soterrados y dolientes,
tras los sueños exiliados, un desvelo se empecina…

Busca sereno el cielo, cual cometa que se hila
con versos de bálsamo, al dolor de las esquinas…
que marcan insufribles los sueños de la deriva.