Vuelve con fuerza el género a las librerías combinando grandes nombres con alguna que otra sorpresa, asesinos en serie, espías y sicarios varios, aderezado todo ello con el regreso de algunos clásicos.

La pujanza del género negro en sus distintas versiones (thriller, novela negra social, policial, espionaje, detectivesca…) es tal que en ocasiones ha parecido que podía morir de éxito o que había iniciado una vía hacía su desaparición. Pero es esa misma pujanza de autores, editoriales, colecciones y festivales que arrastran a una comunidad de lectores la que ha permitido que tras este parón los estantes de las librerías se hayan poblado o se vayan a poblar de apuestas por la literatura criminal. La publicación esta misma semana de El enigma de la habitación 622 de Joël Dicker mide por arriba la apuesta, con el verano cerca, por nombres que atraigan un público deseoso de evadirse en intrigas y conspiraciones. En ningún otro género se ha dado vía libre a estrenos de este nivel o del protagonizado por el noruego Jo Nesbo, que deja por un rato a su querido Harry Hole (de cuyas novelas ha vendido 400.000 ejemplares solo en España) para contar la vida y los problemas de un asesino a sueldo especialmente torpe y casi entrañable en Sangre en la nieve,  una aproximación al género distinta, llena de homenajes a los clásicos y con cierto y saludable humor. También podemos hablar de los autores noveles, entre ellos dos grandes promesas de esta casa Huida de Meco JC está dando mucho que hablar entre los seguidores de dicho género y la próxima reina del relato “negrohumorístico” si se me permite el “palabro” Mara Marley con su éxito en ventas Del rojo al negro sin escalas. Estos dos últimos los puedes encontrar en la página desafiosliterarios.com y te los envían a casa dedicados con mucho cariño.

También vuelve un maestro, aunque regresa de una manera peculiar. Navona publica el 22 de junio Solo para soñar, un caso de Phillip Marlowe en el que el escritor Lawrence Osborne continúa con las peripecias del personaje de Chandler. Nunca se sabe con estos experimentos, pero la solvencia, la oscuridad y la altura de la prosa de Osborne  augura un buen resultado.