Con los ojos aun legañosos cogí mi móvil de la mesilla; un mail a las tres de la mañana me despertó de un sopor impostado por unos somníferos que cada noche le robaba a mi madre que escondía entre sus bragas. Encendí la lámpara, que junto a la luz amarilla de mi teléfono me cegó la visión casi al completo. El mail decía así:
Sr. Diego.
Le convocamos el día veintitrés de junio del año dos mil veintiuno a que se persone en el conservatorio de la ciudad de Zaragoza, para la prueba de acceso al colegio de música de la ciudad del mundo que usted elija. Debe de acudir puntual a las cuatro y media p.m. Si usted aprueba el examen, obtendrá una beca ilimitada donde desee. Sabrá la canción que deberá interpretar cinco minutos antes de la prueba. Queremos hacerle saber que ha sido uno de los pocos elegidos para esta aventura y, estamos seguros de que sabrá aprovechar esta gran oportunidad. Tan solo hay un requisito que debe de conocer: por cada fallo que tenga usted al piano una persona morirá, comenzando por sus parientes de sangre, seguido del resto de la humanidad.
Confiando en que este mail haya sido de su agrado, le esperamos a la hora y el día indicado.
La noche en que que recibí aquel mail tenía diecisiete años. Aprendí a tocar el piano quizás mucho antes de dar mis primeros pasos. Había sido y, era el mejor de mi promoción. Podía interpretar desde pop, rock, música clásica y llegar hasta las piezas más complicadas. Volví a leer el mail y, en ningún momento me planteé el negarme a hacer aquella prueba. Nunca se me ocurrió pensar en que pasaría o quien moriría si uno de mis dedos rozaba la tecla equivocada. Aquella madrugada, después de leer el mail por segunda vez, apagué la luz de la mesilla, para volver a dormirme al instante.
El día de la prueba, me vestí de riguroso negro de la cabeza a los pies. Toda mi familia era conocedora del examen y, de la oportunidad que aquello significaría para mi. Estaban tan contentos y felices por mi, que decidieron acompañarme, aun sabiendo que mi deseo era acudir solo. Al final, no me quedó otra opción que dejar que vinieran conmigo. De lo que no les advertí, fue de la cláusula un tanto oscura del mail—eso quise guardármelo para mi—.
En la sala había cinco examinadores; tres mujeres y dos hombres. A mi familia los sentaron al fondo de la sala y tuvieron que pedirle a mi madre que dejara de aplaudir y de emitir chillidos cual papagayo. Recuerdo que los miré a todos y que ha pesar de la oscuridad de la sala podía ver claramente las sonrisas de todos ellos; me dieron ganas de vomitar en aquellos momentos.
La partitura se encontraba ya presente en el atril. Me informaron que tenía cinco minutos; ni un segundo más ni un segundo menos para ver que canción era la que debía de interpretar al piano. Me acomodé en la silla y cerré los ojos—quería sentir antes de comenzar, el roce de las teclas de aquel piano en el interior de mi—. Cuando volví a abrirlos miré la partitura para ver por fin que canción debía de interpretar: Friday I’m In Love de The Cure.
Las yemas de mis dedos comenzaron a tocar las teclas de aquel piano. Un leve murmullo al principio, seguido de unos gritos enloquecedores después. Mi madre cayó al suelo fulminada seguida de mi padre, mi hermana y mi abuelos. Escuché por parte de uno de los examinadores algo parecido a un—para muchacho, deja de tocar—. Yo seguía a lo mío viendo claramente por el rabillo del ojo como mi tía Miranda caía desplomada y, como si de un dominó se tratara la siguieron el resto de mis tíos, primos y primas para seguir con mis tíos políticos y la pareja de mi madre. Yo seguí tocando y ya, cuando una de las examinadoras cayó encima de aquel piano que olía a barniz paré en seco.
El silencio fue absoluto. No me levanté de aquella silla y, recuerdo entonces que respiré profundamente. Entonces si que abrí la primera página de la partitura y ahí fue cuando toqué aquella canción.
Salí del conservatorio. Un gato se cruzó en mi camino—, o quizás fui yo quien se cruzó con él—. Un gato que no era negro sino de color naranja; era flaco y se le marcaban las costillas al andar. Se erizó al verme y me bufó. Me reí de él y salió corriendo. Entonces pensé —para que elegir Boston, si puedo tener el mundo entero solo para mi—.
I don`t care if Monday is blue
Tuesday’s grey and Wednesday too
Thusday I don’t care about you
Its Fridray I
m in love.
FIN. Esme.