Era barro.

Barro y sal.

Sal, espinas y el huracán de su mirada

invitándome a navegar,

ofreciéndome una entrada

por la que no saldría jamás.

 

Yo contesté sí

Y se engalanó de mí.

 

Fui lava.

Lava en su mar.

Mar, peñascos y la borrasca de sus muslos

empeñada en bailar,

haciendo creer que fuimos uno,

uno en su ( en mi) soledad.

 

Llegó el sueño de despertar.

Solo aquel recuerdo te pertenecerá

cuando consigas que ese barro seque

y este poema se funda con la eternidad.