Se necesita un acicate para que el monstruo soterrado de las palabras vocifere verbos, latidos sin dolencias. Y expela rugidos que atraviesen la noche escueta, con vocablos paridos de las grietas oscuras del insomnio.
Y amorosamente lama mi página resquebrajada por falta de tu humedad.
Necesito un apuro antes de que llegue el alba, y la noche no haya resuelto sus entuertos.
Un acopio de palabras insurrectas, antiguas e inauditas, que se amotinen transgresoras del desasosiego náufrago que no encuentra espejo en las pupilas.
Un consuelo sin lástimas que suture los boquetes del infierno y del deseo postergado e indomable.
Un preludio que arda en la exacerbación del descuido y sus derrumbes,
para dar un vuelco esperanzador y reinventarse en los sueños.
Un verbo denso e inagotable, atroz en su pertinencia, que invoque sólo y nada más, tu sutil presencia lastimada por esta soledad invencible.